15.4.07

Marco Antonio... y Francisca... y...

Tengo un inquilino en casa. Un inquilino que tiene la desfachatez de caminar a cuatro patas, de ir dejando pelos por doquier, y de hacerse las necesidades en el comedor. Es Marco Antonio. Y es un gato.

Sí, lo sé, es un nombre inusual para una mascota (largo y pomposo), pero los motivos habrá que preguntárselos a su propietaria. La cuestión es que el nombre le queda de perlas: este gato es contundente; enorme, con cuatro "patazas", de reflejos felinos y uñas prontas para dejar marca, ojos grandes y hermosos (me encantan los ojos de los gatos) y hasta con una pequeña cicatriz sobre un ojo que le da cierta personalidad. Los que me conocen saben que tengo debilidad por ellos, y este encima es un gato pardo, o sea que más fácil no lo tiene para caerme en gracia. El pobre pasó una semana solito en su casa, y, en vista de que se iba a estar un tiempo más, lo trasladé temporalmente a mi piso para hacernos compañía mútua. Y ahí estamos; cuando abro la puerta me lo encuentro con rostro soñoliento y ronroneando, acariciándose a cada momento... una monada, excepto cuando te confías y te atrapa con esas peazo zarpas y te hinca los colmillos. Sí, parece una película de terror, pero es así. Yo aún no le he cogido toda la confianza, y por contra él parece que no tiene ningún problema con su cambio temporal de situación: maúlla con exigencia (suerte que flojito), se tumba donde quiere, hace ruiditos molestos a horas intempestivas, come cuando quiere y hace su pipí y su popó delante de mí sin inmutarse (eso habrá que arreglarlo hoy mismo trasladando su toilette personal a la habitación de los desastres).

Puede parecer que me quejo, pero no es así. Me gusta tenerlo en casa, y la verdad es que es una prueba para saber qué ocurrirá cuando dé un paso más hacia mi independencia, traslade el ordenador e internet y decida tener un compi más de piso. Bueno, uno o dos: mi intención es ir a la protectora de animales de Sallent y quedarme con dos: dos gatos, dos gatas, no sé, pero creo que uno estaría demasiado solo... bueno, esa es la teoría, y aún queda tiempo para llevarla a la práctica.

El otro asunto es una curiosidad que me apetece explicar. Una situación que de tan absurda hasta parece increíble. Una de mis hermanas tiene un problemón con el teléfono fijo: desde hace meses recibe llamadas de una mujer mayor, una dulce viejecita, que llama por error a su número. Han intentado explicarle que se equivoca, pero ella les responde que "son ellos los que se equivocan" y sigue llamando. El asunto tendría gracia si no fuera porque puede llamar tropecientas veces al día. En una ocasión creo que hasta contaron 25. La última vez que pasó estaba yo presente, así que contemplé como en un intervalo de veinte minutos llamó unas cinco veces. Han probado desde dejar descolgado el teléfono, hasta ser educados o desagradables con ella, coger un pito y silbarle... nada; la mujercilla sigue llamando incansablemente. Hace poco se pusieron en contacto con Telefónica y ellos les respondieron que era un cruce de líneas y que habían arreglado el problema. Nada más lejos de la realidad: la Sra.Francisca volvió a llamar incansablemente al cabo de unos días, monopolizando la línea o despertando a mi sobrina. ¿Y sabéis cuál es la única solución que les da Timofónica? La solución es bloquear su línea para un número en especial... ¡pagando 2 o 3 euros al mes! Claaaro, tienen un problema por cruce de líneas y ¿quién ha de pagar la solución? Los pringados de siempre, sin ninguna duda.

Y... creo que por hoy nada más. El retonno a mi blog se ha hecho esperar, pero ahora no hace falta soltar una parrafada de tropecientas palabras. Sigo aquí, con ganas de escribir, y con un poco de mejor ánimo. Será la primavera, no sé lo que será, pero se avecinan cambios... espero que para mejor. Si en el fondo soy optimista, para qué negarlo...