29.6.09

Verano

Ha llegado el verano. Calor sofocante, la dictadura del sol, siestas imposibles, noches en vela, terracitas al atardecer... vacaciones...
No suele ser mi estación del año favorita, pero al menos la he empezado con buen pie. No, esa no es la expresión adecuada, pues el sábado fue cuando me desgracié los dedos meñiques de mis pies al ponerme un calzado que no debía para patear por Barcelona, así que no empecé con buen pie literalmente, pero creo que se me entiende, ¿verdad? Dejaría constancia visual de la piel levantada de mis deditos maltrechos, pero como no es de muy buen gusto lo dejaré a la imaginación y al recuerdo (aún hoy lunes me resiento y voy coja por las esquinas...).
Eso sí, el domingo fue un día veraniego con todas las de la ley. Cogimos la carretera hacia Solsona en la mañana soleada y una hora más tarde nos aposentamos a la orilla de la Riera Salada, dispuestos a chapotear en el agua helada, coger algo de color en la piel, reír en compañía de seres queridos y comer las socorridas patatas fritas con los macarrones que acaban siendo el mejor plato del mundo mundial, comidos con tenedores de plástico a la sombra de los pinos... Hasta tiene su atractivo el típico chorretón de sandía que recorre el antebrazo a su ritmo. Sí, se puede decir que hasta tuvo su gracia esa siesta en el irregular suelo mecidos por la melodía de la corriente, a pesar de la señora araña que decidió acabar con mi modorra al aposentarse en mi espalda. Hasta eso merece un recuerdo positivo, y ya es decir para mí.
Ahora bien, el verano también está teniendo otra imagen mucho menos atractiva: los incendios. En unas dos semanas ya he presenciado 7 columnas de humo en la comarca (esta tarde la última), desde la ventana de la oficina. Esa es otra "postal" indeseada del verano, y parece que este año quiere causar impacto. Veremos quién ganará la partida...