13.7.06

Lección: Prohibido Dejar la Ventanilla Bajada

¿Porque haya peligro de que me roben el Arosilla? Nooooo... Si alguien fuera capaz de forzar la ventana de un coche con matrícula acabada en dos letras, sin cierre centralizado, sin maletero y SIN AIRE ACONDICIONADO me vería obligada a darle una colleja por cafre. ¿Porque me puede entrar algún bichito indeseado? A decir verdad, un día de verano me entró una cigarra (creo) y estuve a punto de tener un síncope creyendo que era una serpiente.
No, la razón principal es porque, aunque es verano y hace un calor que te mueres, llega un buen día que cae un chaparrón y el sillón del conductor se queda empapado. Eso me ha pasado hoy. Llegué este mediodía a casa de los papis, dejé el coche en ese rinconcillo donde sé que da la sombra y sólo cabe mi Arosilla, y dejé la ventanilla un pelín abierta, lo justo para que entrara una migaja de aire. Luego comí mi fruta y advertí que se había levantado un viento racheado digno de admirar. Al poco las nubes se amontonaron, como a cámara rápida, y el cielo se oscureció cual atardecer de invierno. Observé boquiabierta cómo los brazos invisibles de Eolo movían la estructura de la grúa de una obra cercana, y cómo los cipreses oscilaban dolorosamente. Los primeros relámpagos y truenos, la gata curioseando por aquí y por allá, y de repente, ¡chas! El chaparrón. Todo lo que no ha llovido desde la última vez cayó en unos veinte minutos. Casi media hora de la típica tormenta de verano que sólo dura cinco minutos. El granizo amenazaba con romper los cristales que dan al noroeste, y una pequeña inundación en el cuarto de la lavadora amenizó la hora de la comida, a la luz de las bombillas y al son de la radio.
Bajé de nuevo a la calle tan contenta como una niña con unas botas de agua nuevas -y eso que iba al trabajo, ni más ni menos-. Con mi chubasquero amarillo de PortAventura entré en el coche mientras observaba anonadada la calle inundada. Y en ese punto llegó el drama. ¡Que coj...! Ale, las posaderas mojadas... ¡alegría! Justo entonces se despertó el instinto McGyver, me saqué el chubasquero, lo puse en el asiento (partiéndome de risa, es que soy gafe) y luego ¡maravilla de maravillas! vi que en el asiento trasero tenía una gran toalla redonda, perfecta para tapar del todo el chubasquero. No diré como es que tenía la toalla en el coche (no voy a la piscina, y aún no he pisado la playa), pero me vino como caída del cielo. ¡Qué curiosas que son las cosas a veces!
¡Vaya tormenta! Será porque hace siglos que no veíamos ninguna por estos lares y porque era una tormenta ansiada, esperada y deseada, no sé si me explico. Pero el día gris, los truenos, los relámpagos y la lluvia racheada, los zapatos mojados, la carretera inundada, las retenciones y el fresquito me han puesto de buen humor.
Eso sí, cuando he dejado el coche para regresar aquí, casi a las diez de la noche, y escribir estas líneas, lo he hecho con el culete mojadete... y la espalda también. ¿Que cuánto tardará en secarse? Uys, mejor no pensarlo... ¿Que qué voy a hacer para arreglar el entuerto? Bueno, pongo el modo Escarlata O'Hara y me digo "ya lo pensaré mañana".
Hoy ha llovido. El río bajaba alegre. Hacía fresquito. He aprendido la lección. He escrito (¡por fin!) algo aquí. Y estoy contenta.

2 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Hummm, eso de que has aprendido la lección... bueno, eso esperamos, que la hayas aprendido XD si es que te lo tengo dicho, no dejes la ventanilla abierta :P

8:21 p. m.  
Blogger sasskya said...

xDDD el chubasquero amarillo divino... si es que despistes los tiene cualquiera :P

11:49 p. m.  

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