17.1.06

¡Cafééééééé!

Lo he hecho. He caído. Soy débil. Y ahora estoy pagando las consecuencias.

No era tan difícil, en serio. Una encuentra la solución a sus males y lo hecha todo al carajo por culpa de algo tan patético como la costumbre.

Todo empezó cuando me harté de los médicos de esta nuestra medicina general. Desde mis tiernos 13 ó 14 años tengo un recurrente "mal de narices", o "rinitis alérgica", o lo que sea. Resumiendo, mi descripción desde entonces es: Érase una mujer a un pañuelo pegada... Ni alergias, ni asmas (por suerte) ni ostias; la menda tiene algo indefinido y así se queda. Durante ese tiempo recuerdo que también me diagnosticaron "cólon irritable", debido a mis problemas intestinales que de vez en cuando me tocaban la moral, sobretodo en época de exámenes. Luego vinieron unos extraños dolores de cabeza, en los que de repente me encontraba mal, cansada, con mucho sueño, me molestaban los ruidos y la luz y tenía unas irreprimibles ganas de vomitar... Vaya, después de un par de visitas a la sala de espera del ambulatorio y algunos análisis, se llegó a la conclusión que tenía una especie de jaqueca ante la cual la única solución era tomarme un antiinflamatorio y tumbarme en la cama hasta que se me pasara.

Y llegó un buen día que mandé todo al carajo; traté de ignorar que cada mes PAGO EN MI NÓMINA a una Seguridad Social que es incapaz de solucionar mis problemas. Llegó a mis manos la tarjeta y la fama de las Terapias Naturales y me tiré a la piscina. Ya he ido a tres visitas donde me hacen un reconocimiento por reflexoterapia y mediante otro tipo de conocimentos, enraizados en la sabiduría antigua y enteramente relacionados con la mente, el cuerpo y las plantas, han sabido arreglarme casi todo pues, por lo que parece, todo está relacionado. Resumiendo, a base de equinácea, flores de bach, unos cuantos minerales y las benditas plantas, todos esos problemas empiezan a desvanecerse. Mira tú por dónde, mis dolores de cabeza tenían que ver con el hígado, y una vez tratado el hígado (planta milagrosa) los dolores y el malestar no han vuelto a aparecer.

El problema es que eso es sólo una parte de la solución. Mi gran problema es el ejercicio. No tengo tiempo ni dinero para apuntarme a un gimnasio. Durante unos días salí a la montaña que tengo al lado de mi piso para respirar aire puro mientras caminaba a buen ritmo y hacía estiramientos y flexiones, y eso ayudó. Pero vino el frío y ahí se acabó todo. Y el otro gran problema, la madre de la solución, lo más sencillo y lo más difícil es la alimentación. Nada de patatas, ni plátanos, ni pollo, ni cerdo, ni teína, ni cafeína, ni lácteos, nada de harinas refinadas... ¡Arghhhh! ¿Nunca más patatas fritas? ¿Y mis tés, esa delicia de prepararse un té verde, o un rooibos, o un té rojo? ¿Y nada de cerdo quiere decir nada de embutidos? ¿Pero nada, nada... nada? A ver, recapitulemos; ¿nada de lácteos quiere decir que NO PUEDO COMER QUESO? Y más difícil todavía: ¿NADA DE CAFÉ? ¿Y qué haré yo todas las mañanas? Todas esas preguntas se mezclaron en mi mente y vi el precipicio del fracaso delante mío.

Pues no. He de decir que no he acabado con nada de eso drásticamente; he reducido la ingesta. Lo que sí que hice, pues sabía que no lo lograría de otra manera, fue dejar el café. Desde el primer día sustituí la máquina de café del trabajo por mi termo naranja con infusiones de melisa, tomillo, valeriana... Y para casa compré una mezcla con achicoria que ahora sabe a gloria... Y lo conseguí. Me he sentido orgullosa de mi voluntad hasta hoy.

Hoy no he comido en casa. Después de comer un bocadillo y una ensalada del Pans & Company me vino el sueño, y eso es peligroso si son sólo las 2,30 h. de la tarde y después del trabajo aún tienes inglés y "blog". Así que me dejé engatusar por la tentación y bebí un CAFÉ CORTO. ¡Horror! Yo que antes no soportaba el cafe sólo, tomándome un café del trabajo... Y ha tenido consecuencias, claro que sí: al cabo de media hora como mucho estaba que botaba en la oficina. Subí el volumen del hilo musical, y activé el "modo" A SACO en mi forma de hacer las cosas. Al cabo de 3/4 de hora ya tenía palpitaciones y la cabeza la tenía como ida. Salí del trabajo hacia inglés corriendo, insultando a los prójimos-conductores que se cruzaban en mi camino y boté de alegría al saber que no había clase porque el profe (pobrecillo él) se había hecho un esguince.

Total, que he llegado a casa revolucionada. Y el problema es que ahora no tengo casi nada de sueño, y el despertador sonará a las 6,30 h., haya o no haya café. Y MAÑANA NO HABRÁ CAFÉ, palabra. Aunque una parte de mí piensa que estoy más activa bajo su influencia, hay que recordar que tiendo a tener la tensión alta, y que el café es malo para la tensión alta. Que toda esta euforia no es natural, y que he estado demasiado tiempo dependiendo de ella para ser más persona... Así que ahora toca hacer la infusión (¡puaj!, pero que mala está), y luego irse a la camita, a contar ovejas y a intentar relajarse. Y sobretodo, no pensar en los 100 € de media por visita ni en esa parte de mi nómina destinada a esa Seguridad Social incompetente (quiero creer que sólo es incompetente).

Pd.: Y mejor no sacar el tema del queso... no sabía que existía la dependencia al queso hasta ahora, pobre de mí.

1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

pero, pero, pero... ¿cómo? ¿has caido en la tentación? ¡¡¡Pecadora!!!

Como penitencia, me tomas dos tazas de achicoria, una de melisa y otra de tomillo... piensa en los cien euros la próxima vez que la tentación cafetoril te aceche ;)

P.D. yo tampoco he hecho ejercicio y tenía que hacerlo :o

5:30 p. m.  

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