2.6.05

Cosas que pasan...

Esta tarde volvía de la biblioteca del pueblo caminando (cosa extraña, por desgracia). Pero no solo iba caminando, sino que también iba leyendo un panfleto sobre las actividades de junio en Manresa. El verano ya se huele en el aire; las plazas repletas de gente, movimiento, el olor fresco inconfundible... vamos, que estaba de buen humor. El asunto es que crucé la calle y de repente me encontré un carro que bajaba por iniciativa propia del revés. En un momento me di cuenta que había osado escaparse con la compra de un pobre hombre que estaba ordenando las bolsas en el coche. Ni se había dado cuenta, por lo que arranqué a correr gritando ¡que se le va el carro!. Conseguí atraparlo antes de que se estrellara con otro coche aparcado. El hombre venía corriendo con cara entre preocupada y divertida (me hubiera gustado ver la cara del propietario del otro coche si hubiera estado allí), y me dijo que cuando lo dejó estaba parado. Luego lo volvió a dejar junto a su coche, sí, parado, pero de nuevo en bajada. Vamos, que era una persona de ideas fijas... me he quedado con la tentación de esconderme tras una esquina y observar si volvía a escaparse el dichoso carro de la compra... o si se trataba de una cámara oculta, que todo puede ser.
Esto me ha hecho pensar en meteduras de pata, como aquella vez que dejé mi viejo Opel Corsa Swing aparcado en Manresa al irme al instituto de formación profesional y no se me ocurrió otra cosa que olvidarme las llaves del coche... colgando de la cerradura. Una que es buena y les deja las cosas fáciles a los ladronzuelos; encima en uno de los barrios que se prestan a eso... al cabo de dos horas y pico, en el descanso, me vino el flechazo y fui corriendo, temiéndome lo peor... pero allí estaban las llaves, y el coche, con la matrícula que siempre se reía (GeGe, una matrícula con gracia).
O aquella vez en que uno de mis cuñados puso gasolina en una estación de autoservicio, fue a pagar y se largó tranquilamente... con la pistola del dispensador todavía en el coche. Vamos, que se la cargó de cuajo. Y me lo perdí...
O la ocasión en que fui a lavar mi esplendoroso coche nuevo (mi Arosilla del alma), poniendo todo el cuidado del mundo en no mojar demasiado el retrovisor izquierdo, pues un gamberro me lo rompió una madrugada de discotequeo y lo tenía sujeto con cinta aislante. Quedó reluciente, por lo que me subí a él, puse el motor en marcha, di marcha atrás para ir al aspirador y escuché un fuerte ¡crack! Fíjate tú, cosas del destino, la manguera se había quedado sujeta en el otro retrovisor, que tenía envidia del izquierdo, y allí me quedé, con los 2 retrovisores rotos... sin saber si reir o llorar...
Seguro que hay más cosas curiosas para recordar, pero ahora me toca cenar... si se me ocurre algo ya lo pondré... y si no, pues no. :)