1.10.08

Nada de correr al volante...

Hoy empieza octubre. Un mes que para muchos significa tristeza, frío, recogimiento, oscuridad, decaimiento... Vamos, el desastre después del venerado verano. A mí me gusta. Lo único que le puedo reprochar a esta época del año es la mengua de las horas de sol por la tarde; cuando me quiera dar cuenta saldré a las 7 h. de la oficina y las farolas serán lo único que iluminará la calle. Qué se le va a hacer, la vida es asín...
El asunto viene relacionado con esto último, y no tanto con el mes o la estación. Yo estaba en el despacho, mirnado la esquina inferior derecha del monitor, donde ponía una hora prometedora (18:45). Había sido un día tranquilo, sin muchos sobresaltos, que agotábamos en el despacho con charlas intrascendentes, pero en ese momento el vozarrón del gerente se hizo oír desde la otra punta del pasillo y a través de la puerta, y mi jefe se levantó como un resorte y la abrió de sopetón, dando paso a la frase de la tarde: ¡llamad a una ambulancia, ha volcado un camión en la esquina!
Qué subidón... llamé al 112 inmediatamente, y a duras penas pude informar de la situación y de la dirección (la telefonista buscaba Artés en Lleida, pero bueno... cosas del directo) para saber que ya era la segunda llamada que recibían sobre el accidente. Con el deber cumplido, volé a través del pasillo (laaaaargo) para entrar sin tapujos al despacho del gerente y abrir una de las ventanas para saciar mi humana curiosidad. Bien, en primer lugar lo más importante: el camionero parece que no ha sufrido ninguna herida grave. Eso no cuadra del todo con el reguero de sangre que todo testigo decía haber visto, pero al menos sé que llegaron 3 ambulancias y 3 camiones de bomberos, así que auxiliado estaba, el hombre... Lo segundo que ví fue la "L" de prácticas que me hizo compadecerme del pobre que tuvo que salir por la luneta rota delantera. Lo tercero que pensé era simple: ¿Pero cómo ha podido volcar así?
Salí con la chaqueta otoñal puesta y el bolso al hombro al lado de mi compañera de oficina, dispuestas las dos a saber algo más del incidente, y entonces llegamos a la misma conclusión: calle ancha, en bajada, con una leve curva + camión cargado bajando más deprisa de lo recomendado con conductor inexperto al volante = desastre total. ¿Y adónde fue a parar la carga del bendito camión? Evidentemente, a través de la valla del recinto de mi empresa, y justo encima de los contadores y la instalación de las placas solares recién puestas. El destrozo había afectado a la puerta del almacén (ya veremos mañana, nos vamos a reír un rato cuando empiecen a llegar camiones...), a la valla totalmente arrancada y al muro de hormigón... Eso sí, lo de las placas solares indica que la Ley de Murphy tiene una puntería con muy mala idea.
Aquí está la imagen del camión; el cartón prensado y embalado que llevaba está dos metros más abajo...



¿Moraleja? Ya sea en furgoneta, turismo, berlina, autocaravana, camión o moto... ¡nada de correr al volante!