9.8.08

Viendo a Wall-e en Barcelona

Las campanadas de la iglesia acaban de dar las tres de la madrugada mientras estoy aquí, eliminando la cafeína de la última coca-cola del día. He llegado hace casi una hora de Barcelona, tras una pequeña excursión infructuosa excepto por una visita largamente esperada, un paseo que no sé si recordar como algo interesante o directamente tacharlo de tortura para mis piernas con agujetas y cierta película que nos recuerda el motivo por el que el cine es llamado el séptimo arte.




La cucaracha no, el otro, es Wall-e, la última criatura de Pixar, o el robot más tierno del mundo mundial. Y es que comienza siendo el único robot de la Tierra en un futuro que nos aterroriza pero que no es tan descabellado, y acaba siendo el peluche que querrías estrujar. O tan sólo darle un apretón de manos... Una muy buena película que se sostiene con un robot protagonista bajito, una cucaracha y Eva, la recién llegada que revolucionará "la vida" en la Tierra y más allá. Sin apenas diálogos (es lo menos importante), ¡cómo consigue atrapar nuestra atención! Con la ayuda de unos gráficos que sustituyen las escenas reales como por arte de magia. Hay que verla en el cine, ¡y tanto!
Antes, sin embargo, he dado un paseo por Barcelona. La excusa era cumplir como mínimo una de mis tres necesidades consumistas básicas: comprar o unos zapatos, o un bolso o un perfume, o las tres cosas. No encontré el tipo de zapato que buscaba (normaaaal, a estas alturas de las rebajas y con un 41 a cuestas, no sé que esperaba), los bolsos dejaron de ser importantes a medida que mis pies se cocían y el perfume... Bueno, en este asunto he progresado: ha ganado puntos un perfume de Estee Lauder y aún sigue en la brecha la última novedad de Moschino en agua de colonia. Pero de compras, nada.
Lo que sí he conseguido es entrar en la iglesia de Santa Maria del Mar, algo que deseaba hacer tiempo ha y que no conseguía. Una espinita menos. Es hermosa, sencilla pero hermosa. Se nota que sus piedras guardan siglos de Historia. Ahora sólo falta poder escuchar algún concierto dentro y entonces será el no va más.



Eso sí, la broma no ha salido barata, no. Si contamos unos 4 € de gas-oil (siendo muy optimista), 3,40 € de la autopista C16 (35 km de curvas), 2,60 € del metro, 11,20 € de la cena (una hamburguesa de pollo con papas y pepsi), 7,20 € del cine (diagonal mar) y 3 € y algo de la malnacida coca-cola que me he tomado para hacer el viaje de vuelta tranquila, ahí tienen la nada despreciable suma de 31,40 €. ¡Ay, no! se me olvidaban los 5 € del parking. Diremos que ha valido la pena y obviaremos el asunto monetario. Al fin y al cabo, estas son mis vacaciones, ¿no?